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domingo, 14 de noviembre de 2010

La Ronda de Adela



Había quedado con Adela para ir al Ministerio a entregar no sé que papeles. Su hermana había ido el día anterior sin ningún éxito. Hoy estaría el funcionario en cuestión y lo solucionaríamos rápidamente, después iríamos a mi casa, no estaban mis padres y podríamos estar un rato solas. Cuando llegó Adela salieron en la conversación los hombres. Ella decía que de ninguna manera iría nunca con un hombre, para nada, no le llamaba la atención lo más mínimo, no quería ni provocarlos siquiera, tal era su interés por el sexo masculino. Nos encontramos a su hermana que nos explicó que los funcionarios eran mayores y no nos iban aponer fácil. Adela siguió con sus disquisiciones, yo estaba pensando como solucionarlo lo más rápido posible. De pronto corté a Adela y le dije ya sé como lo vamos a hacer. Os diré que mi amiga está un poco pasada de peso, pero proporcionada, es decir, tiene unas piernas recias que endurece con sesiones maratonianas de escaleras, nunca coge el ascensor, con lo cual tiene piernas y glúteos grandes, bien formados y prietos. Tiene unos pechos inmensos que me vuelven loca y que nunca me acabo, por mucho que me los coma, siempre queda donde comer o lamer.
Le expliqué mi plan a mi amiga y un poco en contra de sus principios lo aceptó. Entró ella sola, yo miraba con disimulo detrás de una revista de las de Ministerio, seguramente la tenía al revés, pero nadie miraba la revista, ni desde mi lado ni del lado de los funcionarios que estaban solícitos y amables a más no poder con  mi amiga. Yo estaba excitada y celosa a la vez de ver a tanto hombre seguirla con la mirada, igual que yo, pero era mía, no de aquellos hombres. El caso es que terminó enseguida, salió mordida por todas las miradas, incluida la mía. Ese día sabía que nada más llegar a casa, corriendo a mi habitación, cerrar la puerta y a devorar el cuerpo que había sido mordido y no quiero pensar qué cosas más por aquellos viejos verdes.
Cuando estuvimos en la puerta del Ministerio y mientras salíamos a la calle le dije con cierta rabia y premura: bájate ya la falda so puta.
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